viernes, 22 de enero de 2010

EL TIEMPO SEGUN YORUBÁ

CHOQUES DE TIEMPOS DISTINTOS, ENTRE AFRICA Y AMERICA

En el principio conocido, al menos, (es decir, las tradiciones que nos llegan desde el siglo XI de nuestra Era), los Yorubá sostenían una forma de calendario que, no necesariamente cumplía una función como medidor de tiempo, sino que marcaba las estaciones del año, a efectos de las fases agrícolas, en un sentido cotidiano y práctico. Antes de la imposición del calendario gregoriano europeo, los yorubá –que son la fuente principal de la matriz cultural del candomblé brasileño- estipulaban el presente en una semana de cuatro días. El año en su totalidad era marcado por la repetición de las estaciones, y no reconocían una división en meses. La duración de cada período estacional era establecida por eventos experimentados y reconocidos por toda la comunidad. Así, el día empezaba con la salida del sol, no importando la hora, y finalizaba con su puesta, y más exactamente, al retirarse las personas a dormir. Esa semana yorubá de cuatro días, llamada ossé, dedicaba cada uno de ellos a una divinidad (Ojô (día de) Exu; Ojô Ogum; Ojô Xangô; y Ojô Oxalá, respectivamente, regulando la actividad del mercado, tan esencial en la vida tradicional de los yorubá. El mercado, o feria, funciona hasta hoy día en cada aldea, sobre todo en las zonas rurales, alejadas de las grandes metrópolis como Abujá, Lagos, etc. Dichos mercados funcionan generalmente en dos de esos días de la semana, cada semana, o cada dos o tres semanas, según el lugar y la practicidad de su función. Sobre todo las mujeres, son quienes van a vender sus productos, siendo esa una actividad fundamental para la vida social de esos pueblos. Si bien reconocían la existencia del mes lunar, no le daban demasiada importancia, pues para ellos resultaba más significativo las épocas y momentos de sus grandes fiestas religiosas, marcadas por las estaciones y fases agrícolas del año, que era llamado odúm. Dividían el día en períodos, en lugar de horas, como se hace en la cultura occidental europea y sus derivados.. Esos períodos se podrían expresar como “de mañana temprano”, “antes del sol a pico”, con el sol en el cenit (o vertical)”,”de tardecita”, etc. La noche era marcada por el canto del gallo. La cuenta de los días y semanas se realizaba en función de cada evento, de modo tal que la mujer era capaz de controlar su gestación, así como el hombre controlaba el desarrollo de sus cultivos, pero sin fechas escritas aritmética ni gráficamente. Los yorubá tradicionales consideraban dos grandes estaciones: la de las lluvias y la seca. Separadas por una estación de fuertes vientos, de modo que cada año podía durar algunos días más o menos, dependiendo del atraso o adelantamiento de las estaciones, y ello no importaba, ya que los días no eran contados. Y los años iban pasando, así como pasaban las semanas y días, en un fluir repetitivo, sin ser computados en cada repetición.En las cortes de los reyes yorubá, había funcionarios encargados de mantener viva la memoria de los reyes, y eran entrenados para recitar los eventos importantes que marcara el reinado de cada soberano, sin fechar los episodios, haciendo que la reconstrucción reciente de la historia de los pueblos yorubá, no conformase una cronología para los tiempos anteriores a la llegada del europeo, viéndose obligada a operar sobre la base de mitos y memorias lanzados desde un pasado sin fechas. Como el tiempo es cíclico, los hechos inesperados eran recibidos con espanto. Así, los acontecimientos cíclicos de la naturaleza –por ejemplo, las fases de la luna y las estaciones climáticas- eran encaradas como acontecimientos normales de la vida, en cambio, aquello que escapaba de ese ritmo normal del tiempo, era visto con preocupación y miedo, como un eclipse, una creciente de las aguas, etc. El nacimiento de gemelos, que casi contraría el desarrollo común de la gestación, constituía también un hecho excepcional.


Los afro descendientes asimilaron el calendario y la medida de tiempo usados en la sociedad brasileña, aunque muchas reminiscencias de la concepción africana se encuentran todavía en lo cotidiano de los Candomblés. La llegada de un nuevo odúm, año nuevo, es festejada con ritos pronosticadores a través del oráculo, para saber que Orixá ha de presidir ese año, pues cada año repite la saga del Orixá que lo comanda: será un año de guerra, si el Orixá fuera un guerrero, como Ogum; de abundancia, si el orixa fuese un proveedor, como Oxossi; será de reconciliaciones, si fuera un orixa de templanza, como Iemanjá, y así sucesivamente. El Ossé, la semana, se constituyó en un rito semanal de limpieza y cambio de las aguas en los altares de los orixa. Cada día de la semana –ahora de siete días- es dedicado a uno o más orixa, siendo cada día propicio a eventos relatados por los mitos de aquellos orixa, por ejemplo, el miércoles es el día de la justicia porque es día de Xangô. Las grandes fiestas de los dioses africanos se adaptaron al calendario festivo del catolicismo por fuerza del sincretismo que, hasta hace poco tiempo, era prácticamente compulsivo, aunque en las fiestas de cada terreiro en particular, se enfatiza el mito africano, del orixa, y no el del santo católico.
Aunque el candomblé y otras religiones de origen africano sean de formación reciente, aquí en América constituidas solo después de las primeras décadas del siglo XIX, las fechas de fundación de los terreiros, así como las que marcan los reinados de sucesivas mães y pais de santo, en principio, son desconocidas. Sus nombres son muy bien recordados y sus hehcos son cantados y festejados en las ceremonias que recuerdan a sus antiguos fundadores –el padé en los candomblés mas antiguos- , pero casi sin fechas concretas. Ese pasado brasileño también ya se convirtió en mito.




Numo

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