martes, 11 de agosto de 2009

REQUIEM PARA MÁRIO

FALLECIÓ MÁRIO CRAVO NETO

El 10 de Agosto, fue cremado el cuerpo de Mário Cravo Neto, en la mañana de este lunes, (quizás de alguna forma haciendo honores a su Orixá Exu, más allá de la cremación en sí) el cuerpo del popular y a la vez universal fotógrafo bahiano.En el cementerio Jardim da Saudade, en Brotas, casi cerca, casi a mano, de Río Vermelho, donde vivió la mayor parte de su estadía en el Aiyé.
Cáncer en la piel... 62 años cumplidos. Un par de semanas internado en el Hospital Aliança, agravado en su enfermedad.
Desde el 20 de Abril de 1947, hasta ese 9 de Agosto final, su arte supo ir madurando, reflejando la humildad y la soberbia de Bahía, de tal forma, que a través de sus fotos, supo imprimirle una categoría universal.

Hijo del escultor Mário Cravo Junior, que dijo en las exequias de su hijo:
“ De toda esa riqueza que es la vida, es muy difícil para mí, hablar de él, en este momento. Su obra aquí interrumpida por una enfermedad mortal, queda entre nosotros y para nosotros, aunque se haya ido”

Las características más marcantes de su obra son la presencia de la religiosidad y de las influencias de la cultura africana en Bahía, Tenía un marca fuerte, un estilo inconfundible. Fue un inventor de la fotografía bahiana, mostrando tipos, una forma de ver la ciudad, las personas. Constituyó un imaginario único sobre Bahía.
Y como le pareció poco, además nos dejó libros de su autoría, como “Salvador”, Laroyé”, “Na Terra Sob Meus Pés”, y “ O Tigre do Dahomey”.

Un “cara” afectuoso, más allá de la apariencia de malhumorado para quienes no lo conocieron de cerca.
Genio indomable, dueño de su propio destino, tal cual su Orixa (adorador de Exu), que vivió donde tenía su estudio, en la Avenida Garibaldi, centro de cachaça, cultura y arte, oficio y trabajo bien entendido.
Rodeado por Carybé, Lina Bo Bardi, Jorge Amado, Pierre Verger, y un servidor, presentado al fotógrafo por el viejo francés amigo, el eterno bahiano de las estadísticas, en aquellos años que hacían correr la década de los setenta. (Un día, nos invitó con urgencia a su “cueva” de Exu, para presentarnos y hacernos escuchar el jazz de Miles Davis, en vivo y en directo, ya que estaba de visita en su casa de Rio Vermelho; nos tomó fotos a todos los presentes, disfrutando del ritmo del norte americano, que reflejaba uno de los cambios más importantes del sentir acústico africano en América: el jazz; ahí, en esa instancia, fue que me decidí por el saxofón alto, para emular la diatónica de Inhassã)
Sus imágenes del Candomblé, en el que quedó inmerso por siete años, hasta tornarse hijo de santo, capturaron una Bahía ritualística, en un juego de fuerzas infinito entre lo mágico y lo real.

Mariozinho, el hijo y adorador de Exu, aguantó “su” cáncer a lo macho, a lo religioso, a lo hijo de Exu Orixá… no se suicidó… se dejó llevar de acuerdo a su Odú marcado…

Ese personaje emblemático del Candomblé, que no gustaba de jerarquías, fue el mensajero de los mundos desapercibidos.

A Dupé Mariozinho!

Vai sá!



Teu amigo Numo

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